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martes, 25 de octubre de 2011

Arte / Facto #23: Moralejas del A.D.N.

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Moralejas del A.D.N.

(El “extraño” caso del tio de mi amigo D.O.V.)

(Un ejemplo práctico de cómo la información mol-dea la materia, y de cómo la materia modela la información para servir de “matemático patrón”: historias, mitos y leyendas que interpetamos para poder actual-izarnos, o como dice un tal Rupert Sheldrake:
cada parte del universo y cada especie del universo tiene sus propias leyes y su propia realidad, ya que éstas son el resultado de su interacción: un espejo participante”;
es decir, pura informacion... ¿egoísta?)

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Según una carta de mi amigo D.O.V... su difunto “tio Antonio era un buen hombre que creía que dormir con las manos dentro de unas natillas le proporcionaba juventud y virilidad sin límites. Lo puso en práctica durante toda su vida, lo cual le hizo tremendamente popular entre sus compañeros de servicio militar. Permaneció soltero debido a la incomprensión de las mujeres hacia sus extrañas costumbres (por ejemplo, antes de conducir debía sacrificar un pato sobre el asfalto y decir "os entrego este pato, oh, dioses automovilísticos").

Una noche, al llegar a casa, se tomó un yogur desnatado, lo que supuso su perdición. Enseguida empezó a dar un discurso en danés sobre las zapatillas deportivas, hecho que hizo que los vecinos sospecharan que algo iba mal (mi tio nunca hablaba del calzado por considerarlo extremadamente indecoroso), así que entraron en su casa, le bajaron del frigorífico y le llevaron al hospital.

Cuando llegamos al hospital, ya le quedaba poco de vida, pero en ningún momento perdió su habitual buen humor. Nos echaba espumarajos verdes a la cara con una sonrisa. Luego nos preguntó si estaban limpios los botones del uniforme de gala de Bismarck. Le dijimos que sí. Murió sonriendo...

Moraleja 1 del A.D.N. :
la replicación matemática de “nuestra” información es nuestra perdición.




El caso es que yo tengo -o al menos imagino- una versión complementaria a lo acontecido por el tio de mi amigo; tal vez para dar coherencia a algunos cabos sueltos que sin duda -al menos para mí-, quedan sin resolver.

Según yo lo veo, Antonio tenía un hermano llamado Santigo, que es quien bien pudiera darnos las claves de lo que sucedió en realidad.
Y es que Santigo también experimentaba el mundo bajo el sol de una forma un tanto peculiar. Me explicaré mejor:
¡Cuánta gente corriendo de acá para allá y de allá para acá de forma continua y repetitiva! Y qué felicidad brotaba de aquella mujer de la “vaya” publicitaria que anunciaba un automóvil descapotable. “Comparte tu perfume” proponían encima de ella, mientras sus rubios cabellos ondeaban al viento. -¡Ay!, tengan cuidado -dijo Santigo-, ¡no ven que me han pisado!
Y Santigo comenzó a darle vueltas a aquel pisotón en su cabeza, de-forma continua y repetitiva. -¿Y si me hubieran pisado con unas botas militares y yo fuera descalzo? -se dijo a sí mismo-, voy a comprobar qué pisarían.

Así que Santigo se quitó sus despóticas zapatillas deportivas... y se acordó del anuncio publicitario.
Pero ¡qué apariencia tan misérrima tenían sus blanquitos pies sobre el negro asfalto!
Para empezar sufrió-disfrutó del dolor-placer del contraste frío-calor y blando-duro.
Después se pintó unos cordoncitos de color naranja sobre el empeine del pie, para ir a la moda -con un rotulador fluorescente que encontró en una papelera-, y la punta de los dedos negra, con rayaduras del mismo asfalto -para mimetizarse mejor-, no fuera que le fuera a doler de nuevo un pisotón.
Sentado junto al bordillo, encontró una patata, y más allá el tornillo perdido de un automóvil descapotable -¡qué casualidad!-.
Así que no perdió el tiempo, y despacito, perdiéndose en el tiempo, se quitó la camisa y se la puso al modo bereber sobre la cabeza, porque se acordó del sol y de una canción: “no tocarte, podría devorarte”.

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Santigo se sintió orfebre durante un par de horas, y con buen tino, mientras le daba vueltas a la lengua, sacándola de vez en cuando al exterior, fue finamente tallando con el tornillo -sobre la patata ya pelada- el símbolo de su singularidad: un reloj que marcaba las cuatro menos veinte. Y alrededor del símbolo, todo un lema potenciador de sabor y de significado con-forma de palabras que iban a re-presentarle.
Presionó la patata-sello-fijador en el negro y rebendecido asfalto, y procedió a identificarse con su obra, presionándose con fuerza en las caras externas de ambos pies... y más tarde pensó: -¿y por qué no también en la frente?-.

De esta manera Santigo pudo al fin tener una co-hartada para quitarse el turbante bereber, que tantas miradas de “envidia” despertaba -y que tan peligroso podía resultar eso -pensó-, y así poder significarse con aquel tatuaje que vestía en tres puntos de su desnuda y expuesta piel: “frical y blandur” ponía ahora en su frente y en sus dos za-patillas-pies.

Y así Santigo pasó a convertir-se en el mejor representante de una original marca de zapatillas deportivas danesa¿? -justo en el mismo momento en el que su hermano se subió al frigorífico y comenzó a hablar en danés-. ¿Fue pura conincidencia? O ¿Tal vez por una conexión cuántica, ámbos dejaron de representar a la humana saga-estirpe familiar de forma continua y repetitiva de los Fatela Idiosín?

El caso es que aquello funcionó de maravilla.
Nadie pisaba a Santigo; es más, nadie se acercaba a Santigo, ni para bien, ni para mal.
Y sobrevolaban por encima de la cabeza de Santigo -de forma circular y un tanto repetitiva ;-) los primeros acordes de una canción de Crystal Method, que, por cierto, el pobre Santigo no tenía ni idea de por qué sonaban.
-Sin duda, de algún documental que haya visto últimamente -pensó-.

Moraleja 2 del A.D.N. :
sólo un “fallo” en la interpretación genera nueva información.





Y de esta forma tan sencilla, rotunda... y “sin querer”, Santigo Fatela Idiosín dio un salto evolutivo en loor de la co(s)mi-cosidad de la forma continua y repetitiva de su genealogía, sin que sin embargo le sobreviniera ninguna crisis irreversible, como le sucediera a su hermano Antonio, y del cual D.O.V. da testimonio al final de su carta: “la última voluntad de mi tio Antonio fue que le enterrásemos en el sofá”.

Moraleja 3 del A.D.N. :
“fallar” en la interpretación de la información puede ser la mejor re-constitución, o la peor... todo depende de “la dosis” del fallo y de nuesto nivel de “tolerancia”, claro... o más bien, oscuro.





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