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sábado, 21 de enero de 2012

Placer / displaer #4: Placer de esclavo

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La historia de la filosofía no debe decir lo que ya dijo un filósofo, sino aquello que está necesariamente sobrentendido en su filosofía, lo que no decía y que, sin embargo, está presente en lo que decía.

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DELEUZE, Conversaciones 1972-1990)


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1.

La última vez que nosotros nos hemos visto Michel me dijo, con mucha gentileza y afecto, aproximadamente: yo no puedo soportar la palabra deseo, incluso si vos la usas de otro modo; yo no puedo impedirme pensar o vivir que deseo = falta, o que deseo se llama reprimido. Michel agrega: ahora bien, aquello que yo llamo "placer" es tal vez lo que vos denominás "deseo", pero de todos modos yo tengo necesidad de otra palabra que deseo.

2.

Evidentemente, por una vez más, es otra cosa que una cuestión de palabras. Porque yo, a mi turno, casi no soporto la palabra "placer". Pero, ¿por qué? Para mí, deseo no comporta ninguna falta; esto no es para nada un dato natural, no comporta más que un agenciamiento de heterogéneos que funciona; es proceso, contrariamente a estructura o génesis; es afecto, contrariamente a sentimiento; es haecceidad (individualidad de un día, de una estación, de una vida), contrariamente a subjetividad; es acontecimiento, contrariamente a cosa o persona.

3.

Yo no puedo dar al placer ningún valor positivo, porque me parece que el placer interrumpe el proceso inmanente del deseo; el placer me parece que está del lado de los estratos y la organización (...) Yo me digo que no es casualidad si Michel atribuye una cierta importancia a Sade y yo, al contrario, a Masoch. No alcanza con decir que yo soy masoquista y Michel, sádico. Está bien, pero no es verdad. Lo que me interesa en Masoch no son los dolores sino la idea de que el placer viene a interrumpir la positividad del deseo y la constitución del campo de inmanencia.

Deleuze comentando la diferencia entre deseo y placer. Citas tomadas de aquí


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Estos dos últimos años, como muchos de vosotros, he estudiado con muchísima pasión a los filósofos vitalistas, la solidísima y asombrosa genealogía que va desde los atomistas presocráticos hasta Maurizio Lazzarato o Michel Onfray, interés que por lo que veo muy común entre la gente de nuestra generación. El hartazgo que muchos sentimos por la cultura capitalista, los disparates políticos y los abusos imperialistas (que antes creíamos aplicables únicamente al tercer mundo, pero que ahora sentimos presentes a cada minuto en nuestras vidas cotidianas) ha llevado a las mentes más desamparadas (los que tendemos a la especulación lo hacemos por insuficiencia, impotencia de la intuición) a meternos un auténtico maratón de Spinoza, Nietzsche y Bergson: los fundadores directos o indirectos de la metafísica materialista de hoy en día, y aparentemente los más adecuados para encontrar un instrumental discursivo con el que armarnos para la lucha que viene, que ya está aquí. A ellos llegamos, cómo no, a través de Foucault, Deleuze y Negri, tres figuras cuyo impacto ideológico entre la juventud es impresionante (prueben a googlearlos, ya verán) y cuyo "sistema" produce a día de hoy un descomunal batallón de propuestas artísticas, políticas, sociológicas, vivenciales. Esta década está asistiendo a un imparable revival de la posmodernidad, seguramente porque es únicamente en esa esfera de pensamiento donde el ciudadano de hoy (cínico, asustado, desafecto, superviviente en un magma de incertidumbres) puede sentirse comprendido. Reconozco que a menudo tengo la sensación de que muchos se suben al carro deleuziano de manera un tanto insensata, por parte sobre todo de los lectores más ligeros del rollo rizoma: cuando un literato se pone a leer sus "poesías rizomáticas", o cuando una panda de perroflautas se montan su asambleita (modo ironic:off), la mayoría de las ocasiones lo hacen pasando por alto la mayor dificultad (y la mayor virtud) del "pensamiento rizomático": su condición lisa, absolutamente inmanente. "Rizoma" no es sólamente descentramiento y ausencia de jerarquías, es algo más complicado debido a su naturaleza horizontal, ontológicamente plana que trae como consecuencia una perspectiva sobre la historia, la cultura, el sentido, sobre la causalidad en sí, bastante más arduo que las lecturas que uno se va encontrando por ahí... Y no digo esto poniéndome por encima de nadie, ¡todo lo contrario!: la mayor de las veces me abstengo de adentrarme en ciertos jardines "rizomáticos" porque presentan una dificultad para la que no estoy preparado.
Abrí el hilo "placer / displacer" con la intención de debatir una cuestión que considero fundamental para la redacción de un programa revolucionario verdaderamente actualizado y con posibilidades de efectuación real: el hedonismo. Si alguien busca algo así como una "metafísica del placer" desde luego no lo va a encontrar en Kant ni Hegel, pero el papel del deleite en la producción de realidad es un tema fundamental desde Hume hasta Deleuze, la tradición vitalista es toda ella un canto a la potencia de la alegría como productora de realidad, del hombre como homo ludens. Seguramente esa desacomplejada apuesta por los placeres como vocación fundamental y derecho inalienable, sea uno de los grandes motivos por los que la lectura de un Foucault es mucho más apetecible que la de un Habermass. Sin embargo, hedonismo es un concepto complejísimo, que conviene repensar desde posturas más holísticas de lo que es habitual en cierta literatura.

¿Más allá del principio del placer?


Antes de Freud, uno podría afirmar que la característica fundamental del animal humano es su voluntad de placer, estando todas sus decisisones éticas determinadas por el principio de maximizar su deleite personal. La perspectiva clásica propone un humanismo en el que el sujeto individual viene a ser un animalito que sólo quiere pasárselo bien, siendo el superyo social el que reprime las pulsiones más individualistas haciendo posible una convivencia en sociedad en la que no prime el placer individual. La moral cristiana (ya desde el mito de Adán y Eva, cuando se abandonaron a la tentación del placer mundano) se construye sobre la idea subterránea de que "hedonismo = pecado original", siendo la renuncia a la satisfación de los deseos el único modo de alcanzar la excelencia y acercarse a Dios. Esa dicotomía entre pulsión animal y virtud racional ha recorrido occidente durante dos milenios, y está tan embebida en nuestra cosmogonía compartida que sus huellas se extienden inconscientemente por toda nuestra moral, nuestro arte y nuestro ideal social. Una dicotomía que se puede ejemplificar con muchos ejemplos, pero mi metáfora favorita es la de Apolo y Dionisos.

El dios Baco, la eterna popstar proletaria

En un principio, Freud actualizaría esa tensión aparente entre el ello y sus misteriosos caprichos fisiológicos, y el imperio represor del superyo, una fórmula muy sencilla que (hasta donde tengo conocimiento) encuentra sus puntos más ambiguos en la figura de Tanatos, la pulsión de muerte como connatural a las pasiones libidinales, que muestran una desconcertante tendencia destructiva que va más allá del principio del placer e incluso del principio de realidad. Tal y como yo lo entiendo, la idea del vienés era que el placer no sólo se buscaba a través de complejos circunloquios, sino que incluso desaparecía como principio único y fundamental. Los cuadros patológicos propios del psicoanálisis (neurosis, psicosis, histeria) pueden ser explicados como erratas en la producción del yo... pero también como turbias estrategias de placer elegidas inconscientemente por el paciente, que tal vez encuentra en su sintomatología mecanismos placenteros que pasan desapercibidos al analista.

"El antiedipo" criticó duramente la axiomática del psicoanálisis desde una postura que yo entiendo como absolutamente vitalista: Deleuze y Guattari proponían un inconsciente estrictamente productivo, afirmativo, desarrollando una lógica antidialéctica que resumirían en el aforismo "Lo real es el deseo". Un deseo que, contrariamente al formulado por Freud, no tenía su origen en una falta o carencia, sino que era (al modo nietzscheano) voluntad pura. Un tesis muy inspiradora y que a muchos nos apartó completamente de un psicoanálisis que de repente parecía haber envejecido hasta resultar obsoleto, pero que IMHO presenta una serie de dudas y problemas cuya respuesta no consigo eoncontrar.
Me explico: Deleuze afirmaba con frecuencia que uno de los puntos de partida de su propio proyecto filosófico era un texto de Sartre llamado "La trascendencia del ego", donde se planteaba un campo interpersonal de coniencias sin ego (sin sujeto) en el que, radicalizando la idea de intencionalidad de Brentano y Husserl, los contecimientos de la conciencia venían dados por un impulso estrictamente deseante y anterior al yo. Esta tesis compromete a mi entender la idea clásica de "volición" como connatural al hombre, pues si todos sus procesos mentales son anteriores a su esencia, no queda espacio para el ejercicio de la voluntad. Quizás el ser humano descrito por el existencialismo puede ser interpretado como una especie de zombie alienado por deseos omnipotentes y anteriores a todo raciocinio, hasta el punto de que la razón y el sentido no son sino efectos de ese deseo fundacional del que emerge la conciencia. (Si alguien se interesa por esta cuestión, le recomiendo estos videos sencillos y didácticos).


¿Quien desea, si no hay sujeto de deseo? Si aplicamos lo que dice Deleuze en el libro sobre Nietzsche, el deseo es la voluntad de poder, una forma inmanente de impulso vital que anima los cuerpos y determina sus devenires. Deleuze, en su proyecto de disolución de los sujetos, reduce a éstos a un campo de fuerzas en un flujo continuo y ¿caprichoso?, fuerzas que se relacionan en base a su diferencias de potencial de tal modo que la Voluntad deja de ser una instancia metafísica (al modo de Schopenhauer) para ser interpretada como la relación entre las distintas fuerzas. Si hacemos caso al axioma fundamental de la gnoseología deleuziana (el sentido y la razón son efectos del deseo) dichas fuerzas han de ser deseantes, y por tanto afirmación pura: fuerzas que tienden a la efectuación de su propia potencia, voluntad de poder, fuerzas hedonistas. Esta postura plantea un problema en mi opinión muy complejo: si todo impulso humano tiene como motor la afirmación de su propio poder, ¿cómo es posible que haya tristeza, represión, fuerzas contenidas, impulsos coartados? En mi opinión, la lógica de las filosofías vitalistas conduce a asumir con Leibnitz que vivimos en el mejor de los mundos posibles, pues lo real es resultado del autoequilibrio de fuerzas prepersonales, siempre afirmativas. Deleuze utilizará a Nietzsche para intentar solventar este problema: según ambos, no habría sólamente fuerzas afirmativas, sino fuerzas menores (reactivas) que identificarán con la moral cristiana, que impone la autorepresión como camino para la virtud. Deleuze reconoce que, pese a ser en principio inferiores, este tipo de fuerzas "negativas" (aunque él no use esta palabra, pues ello sería traicionar su propio principio omni-afirmativo) son las que generalmente terminan triunfando. Es el mismo esquema que utiliza en su libro sobre Spinoza: para éste, las pasiones tristes son las enemigas de la potencia, de ellas emerge la inacción y la melancolía impidiendo el desarrollo pleno de la pura afirmación.
En ambos casos (Nietzsche y Spinoza) "la tristeza" queda insuficientemente sistematizada, es una cuestión que IMHO no termina de encajar: si para ellos todo es afirmación activa, ¿qué estatuto ontológico puede tener una "negatividad" que para ellos es por definición ficticia? Los circunloquios que utilizan para dar cuenta del mundo como lugar problemático (fuerzas reactivas y pasiones tristes), creo que no terminan de resolver el problema. Ninguno es capaz de explicar la naturaleza del pesimismo en un mundo que era, desde su fundamento hedonista. El error en mi opinión es discriminar las fuerzas "activas" de las "reactivas" puesto que toda reacción es acción, y toda acción es reacción. La distinción de una y otras es por tanto contingente y su determinación sólo puede llevarse a cabo a través de la subjetividad.

Me he explicado fatal, y seguramente la respuesta sea más sencilla de lo que supongo, pero tras haber leído mucho al respecto, no he encontrado una explicación "vitalista" satisfactoria para la existencia del mal en el mundo. Ni Deleuze ni Nietzsche ni Spinoza tienen una explicación suficientemente rigurosa para la pregunta:

¿Por qué los esclavos asumen su esclavitud en lugar de reaccionar?

Porque, finalmente, el estatuto ontológico del placer y el displacer es una cuestión política.

Vuelvo entonces al Freud que afirmaba que toda pulsión era pulsión de placer: según ese argumento, el esclavo ha de encontrar algún tipo de placer en su esclavitud, alguna compensación en la asunción de una sumisión que siempre tiene algo de voluntaria. Esa tesis es, en mi opinión, la verdaderamente hedonista, mucho más profunda que las simplificaciones que llevan a cabo los herederos de Nietzsche: para Deleuze o Negri el esclavo es fundamentalmente un gilipollas, un sujeto atontado y dominado por pasiones tristes que sólo puede ser emancipado a través de la voluntad de poder que le acerque a la figura (IMHO delirante) del superhombre. Es por ello que muchas de esas "revoluciones rizomáticas" son en realidad reaccionarias y místicas (en la medida en que se cimentan sobre la promesa de una emancipación), incapaces de comprender el poder de los códigos, las estrías, las represiones. Jacques Ranciere criticaba en un video que colgué hace poco esa ingenuidad revolucionaria, con su pregunta: ¿cómo queréis convencer a millones de ciudadanos felices en su sumisión, de que es preferible una revolución a su forma de vida actual? Lo que en mi opinión puede ser leído como : ¿qué forma de placer ofrecéis los revolucionarios a los ciudadanos que están felices en su alienación?

Diversión a cascoporro


¡Gran pregunta! que el 15M no se ha atrevido a responder con rigor: su ideario está plagado de invocaciones a "moralidad" y "justicia" como motores de la revolución, cuando precisamente lo justo y lo bueno desde Nietzsche dejan de tener valor absoluto.
Baudrillard, Althusser o Lyotard han sido, IMHO, mucho más valientes en sus análisis de la moral del ciudadano supuestamente "alienado" con los placebos de la cultura de masas. En el trabajo de estos autores, se especula con cierta forma de sabiduría cínica en "la masa", en el esclavo, que decide serlo por voluntad propia y guiado siempre por una compleja vocación hedonista: el ciudadano sólo cambia cuando sobre su horizonte se divisan formas de placer más convincentes. He ahí el gran problema de todas las propuestas revolucionarias: no han sido suficientemente radicales en su apuesta por el placer como motor de cambio. Incluso los Situacionistas (seguramente el grupo revolucionario que más afirmativamente apostaba por la capacidad revolucionaria de la acción lúdica) fueron capaces de desarrollar esta lógica hasta el final, pues también ellos simplificaron mucho "lo lúdico" al ignorar que, en muchos sentidos, la alienación del hombre contemporáneo es una alienación tremendamente lúdica. El espectáculo es más placentero que las derivas revolucionarias. Matrix es más placentero que la pastilla roja.
Esto quizás suene muy retórico, pero lo que viene a decir es que a los millones de atontados por el fútbol y Belén esteban, no se les puede seducir para que apoyen la revolución si no se les ofrece como contrapartida un horizonte hedonista más convincente del que disfrutan actualmente. Si son felices en su alienación, hay que prometerles un mundo incluso más placentero.

Siendo más nietzscheano que Nietzsche, diría que quizás hay una sabiduría en el renunciar a esa aspiración tan salida de madre como es la ensoñación de un yo-superhombre. Quizás no sea tan tonto el "Hombre sin atributos" que se conforma con su rutina de placeres mundanos. Una revolución verdaderamente efectiva y auténticamente nihilista, debe ser más firme en su apelación a los placeres, en su legitimidad, en su justicia: cualquier programa que busque llamarnos hacia un mundo nuevo, ha de hacerlo hacia un mundo nuevo y más placentero. Y en eso, insisto, el 15m es generalmente muy tibio: sus manifiestos y proclamas están plagados de invocaciones a la justicia y la moral, porque seguramente crean inconscientemente que el placer no sea un derecho natural al hombre. Se equivocan cuando piden al ciudadano renuncias, que consuma menos, que salga de su caverna, que cambie su moral: lo único que tienen que ofrecer es más placer, menos trabajo, menos imposiciones, más alegría. Quizás hubiese sido necesario un 15m más punk, que como los Beasty Boys afirmase "You gotta fight for your right to party" como reivindicación fundamental de su programa.


Termino ya. Quizás, como digo, la herencia cristiana por la que identificamos el placer como algo abyecto se haya mantenido viva incluso hasta los movimientos del tipo "Occupy Wall Street". Los marxistas suelen ser gente muy ceniza, que siempre apelan a una moral de renuncia y sacrificio para la consecución de un mundo mejor, olvidando que el único impulso capaz de animar una revolución es la de prometer un horizonte de deleites. Muchas de las tonterías que se afirman al hilo de la crisis son esas homilías que nos acusan a los ciudadanos de haber estado viviendo en una especie de bacanal consumista en la que hemos disfrutado de placeres que no nos podíamos permitir. Los que queremos un cambio deberíamos estar convencidos de que ese cambio no nos puede obligar a renunciar a ningún placer, sino a mejorarlos, perfilarlos, optimizarlos. El placer y el ocio son derechos naturales alser humano IMHO, y desde esta premisa cabría proponer un programa político que incluyese reformas que conlleven una mejora de nuestros placeres. ¿Consumir menos? ¡Por supuesto! pero a cambio de trabajar mucho menos. ¿Estudiar más? Siempre que lo aprendido pueda ser desarrollado por cada uno de manera lúdica y personal. Convencer a "las masas" de la necesidad de un cambio pasa, insisto, por convencerles de que lo que vendrá después va a ser un mundo mucho más divertido para todos.



9 comentarios:

  1. Tremendo artículo, te felicito. Creo que el éxito inicial del 15M se debió en parte a éso: haber desatado la imaginación de muchos, con la idea de una democracia real en la que todos seamos partícipes y sintamos que valemos para algo más que meter un papel en una urna y que nadie juegue con nuestro futuro. Creo que hay un gran placer en ello, en sentirse digno, en definitiva. A éso podemos añadir un placer presente, que la propia rebelión sea placentera. Véase, las manifestaciones festivas y variopintas o las posteriores acampadas, puro júbilo colectivo. Aunque se insistía en que no era un botellón, las semejanzas son claras. Nunca me cansaré de decir que el botellón tiene algo de reivindicación del espacio público y de desafío a las autoridades, de sentirse libre en un lugar abierto, que los grupos de amigos bebiendo no son tan distintos a las asambleas que surgían como setas por la plaza. Ahora bien, una vez que se pasó la euforia de la primera semana la cosa degeneraría en una especie de gran resaca post-revolución-festival. Salvo algunos repuntes, creo que han acabado predominando las pasiones tristes y los discursos acerca del sacrificio y la entrega. Vuelta a los placeres del capitalismo.

    De todas formas, no me hace gracia el holismo de los grandes proyectos de futuro, me parece que sólo pueden conducir a formas de totalitarismo, como ya ha pasado. Prefiero las pequeñas formas de subversión, aunque terminen siendo fagocitadas por el sistema, inventar y crear siempre, desplazando poco a poco al sistema hacia sus límites, hasta que ya no pueda asimilar más cambios sin modificar su esencia.

    Saludos.

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    1. Tremendo segundo párrafo el tuyo Paul Pot. Yo también creo que los tiros de observer apuntan a algún tipo de diana con "premio" -más individual que colectivo, supongo-, pero creo que somos las masas y los individuos los que estamos siendo desplazados poco a poco hacia nuestros límites, hasta que no podemos asimilar más cambios y modificamos nuestra esencia... es decir que efectivamente cambiaremos el sistema... usease... nosotros mismos.

      Y parafraseando a Marx: quien cambia la forma cambiará la función (esta frase seguro que a observer le saca los "demonios" :-)

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    2. Totalmente de acuerdo, pero el problema es que laspequeñas subversiones sólo pueden enfrentarse a no-tan-grandes objetivos. Pongo el ejemplo de estructuras institucionales tan sólidas y resilientes como los bancos centrales: contra ese tipo de paquidermos, no sé si la lucha vírica puede ser muy efectiva. Hay grandes objetivos que sólo pueden ser dislocados concentrando mucha, mucha energía en una misma diana.
      Evidentemente, como "Homo ludens" el hombre es capaz de encontrar placer hasta en las situaciones más lastimosas. Pero lo que hay que dejar claro es que, de constituir un campo propio, el de los placeres sería un campo intensivo: hay grados de placer, grados de satisfación, que no sé cómo se medirán, pero que existen, porque cuando alguien está feliz, "se le nota en la cara", irradia energía contagiosa. Ese debería ser el objetivo de toda revolución seria IMHO: que todos irradiemos, una ética de la exuberancia.

      Tengo ganas de seguir con el tema pero me cuesta mucho sentarme a escribir. Lo cierto es que una idea que me obsesiona bastante (especialmente tras leer a Heidegger) es la posibilidad de que la única forma de placer verdadero sea la esperanza, por mucho que aparente se trate de un placer virtual (en cuanto potencia) que actual. Sin embargo, estoy de acuerdo con Heidegger en su modelo gnoseológico según el cual nuestra mente es una "máquina de futuro", está constantemente proyectada hasta el futuro inmediato, y desde esa lógica el único placer que se puede dar a la consciencia (y al cuerpo) tenga que ver con la esperanza, con la suspensión de la inquietud. Seguiremos con el tema.
      Gracias por los aportes, no sabéis la ilusión que me hacen.

      -observer

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    3. Cierto, es muy difícil echar abajo así como así a una gran institución, para ello haría falta un plan ambicioso. Pero creo que una cosa es querer acabar con instituciones como el banco central y otra muy distinta pretender tener abarcar a la sociedad en toda su complejidad, ya sea por medio de la planificación económica del comunismo real o pretendiendo que todo se rija por la mano invisible del mercado. Tampoco es que defienda una idea como la del fin de los grandes relatos y las utopías, siempre van a existir, pero una cosa es considerarlos como algo objetivo y otra como algo deseable, como un indicador de qué dirección queremos tomar.

      Respecto a lo que dices de Heidegger y la esperanza, creo que ese es uno de los problemas al que todo movimiento se enfrenta. No es sólo cuestión de ofrecer un horizonte de placeres mayores, sino también de convencer a la gente de que es realizable. Por ejemplo, muchos dicen que el anarquismo (es sólo un ejemplo) está muy bien, pero que resulta irrealizable, una utopía. Aquí creo que sólo queda ser teóricamente lo más sólido posible y ser imaginativo en la acción, que se vea que se pueden hacer cosas. En definitiva, como decía Einstein, una locura es hacer lo mismo una y otra vez y esperar resultados diferentes.

      La verdad es que se me ocurren tantas cosas sobre este asunto que no pararía, pero creo que es mejor dejarlo por ahora y aclararme las ideas.

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  2. Dejo por aquí el contrato para que no se extravíe:

    http://www.youtube.com/watch?v=q3CXMENr1Gg

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    1. grande vic!!! tenemos que apretar ese famoso botón... ya queda menos para el 21 de diciembre y con un poco de suerte el planeta encontrará el destino que lleva milenios buscando :-))) yo ya he empezado a hacer acopio de latas de atún para cuando llegue el mad max!!!

      -observer

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  3. http://youtu.be/GomMl7z-v5c

    total de la muerte, sobre todo los 20 segundos a partis del 3:05

    -x-

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