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sábado, 28 de mayo de 2011

Arte / facto #13: Termodinámicas del estrés

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T E R M O D I N Á M I C A S D E L E S T R É S







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La imagenación es la acción de una imagen que, al ser casi totalmente ajena, enajena la percepción de la experiencia singular de cada -1 para promover y mantener la existencia del 0 y sobre todo del 1.
En los casos en los que la imagenación es casi totalmente propia, la existencia de 0 se ve forzada a desdoblarse en 1 para mantener la entropía necesaria que caracteriza a todo organismo vivo -a escala micro-. Sin embargo la entropía necesaria del entorno mayor en el que está inmerso -la del 1-, hará que peligre la existencia de 0 si la imagenación de éste último no logra, de alguna manera, aportar existencia al 1.
Claro que, qualquier tipo de actividad individual, dual y grupal será considerada una excusa -en este sistema termodinámico del estrés- para poder mantener activa su válvula de regulación: la ilusión.


Así que,
desde este punto de vista,
efectivamente
todo es pura ilusión.










Textos extraídos del libro de David Cooper
Psiquiatría y Antipsiquiatría





Los grupos humanos se consituyen en relación con una amenaza real o ilusoria proveniente de fuera del grupo, pero a medida que esa amenaza externa se hace más remota, el grupo, que literal o metafóricamente se ha convertido en un grupo juramentado, enfrenta la necesidad de inventar el miedo para asegurar su propia permanencia.
Este miedo secundario que es un subproducto de la determinación del grupo de impedir su disolución, es el terror provocado por la violencia de la libertad común.

En nuestra sociedad hay muchas técnicas que permiten primero señalar a ciertas minorías y luego tratarlas mediante un conjunto de operaciones de gravedad creciente, que van desde la insinuación de menosprecio, la exclusión de clubes, escuelas o tareas, y otras medidas similares, hasta la invalidación total como personas, el asesinato y el exterminio en masa.
No obstante, la conciencia pública exige que se emplee alguna excusa para tales acciones, y esta excusa es proporcionada por la aplicación previa de técnicas de invalidación que apuntan a preparar una cantidad de víctimas para los procedimientos eliminativos en sí.






El campo de las acciones humanas puede describirse fácilmente en términos probabilísticos, pero no podemos dejar de considerar la posibilidad de que el sujeto comprenda esta estructuración probabilística del campo en que está situado y, a través de tal comprensión, desestructure ese campo y actúe “improbablemente”.

Esta posibilidad que siempre tiene el sujeto de conducirse de un modo diferente del esperado mediante la conciencia reflexiva de los factores que lo condicionan en un momento determinado, consituye realmente una diferencia esencial.

Si bien son lícitas ciertas espectativas acerca de la conducta de una persona (y en todo contexto práctico debemos tenerlas, sin dejar de saber que pueden frustrarse), la predicción propia de las ciencias de la naturaleza no debe ser considerada posible ni imposible en las ciencias de las personas, sino simplemente inadecuada en ese campo.



En las ciencias de la naturaleza la determinación del carácter verdadero o falso de una hipótesis dependen de la repetibilidad de las situaciones. Pero en las ciencias de las personas observamos que la repeticón de una situación o de la historia vital de un individuo o grupo es en principio imposible. Pueden darse por cierto todas las apariencias de repetición, pero siempre descubrimos que esa “repetición” es el producto de un proyecto ilusorio de autodeshistorización.

Una persona se deshistoriza cuando (aunque sin saberlo) opta por negar que como resultado de una serie de opciones previas, en su vida pasa de una situación a otra distinta: esta negación (acto que es a su vez negado por otro ulterior y del tal modo el sujeto “no lo conoce”) permite una ilusión de fijeza y sustancialidad históricas. Esta es la principal manera como una persona se libera de la angustia que surge del reconocimiento de la propia responsabilidad para consigo mismo.

Si la repetición de situaciones de la historia de vida es imposible, los criterios de las ciencias de la naturaleza acerca de la verificabilidad de las hipótesis resultan inadecuados, y debemos encontrar otros que nos permitan reconocer “la verdad”. Para hacerlo, es preciso diferenciar dos tipos de racionalidad, cada uno de ellos adecuado a un campo de discurso, diferente del otro pero interrelacionado con él. A estos tipos los llamamos racionalidad analítica y racionalidad dialéctica.






Por racionalidad analítica entiendo una lógica de exterioridad de acuerdo con la cual la verdad reside, según cierto criterio, en proposiciones establecidas fuera de la realidad a la cual se refieren.

La racionalidad dialéctica es concreta en el sentido de que no consiste nada más que en su funcionamiento real en el mundo de entidades reales. Es un método de conocimiento en el cual por conocimiento entendemos la aprehensión de estructuras inteligibles en su inteligibilidad.

La dialéctica es una actividad totalizadora en la cual se realcionan dos tipos de unificación: la unificación unificante (el acto de conocer) y la unificación unificada (el objeto conocido). La acción e interacción humanas y sus productos sociales resultan inteligibles si podemos rastrear en ellos una pauta de síntesis de una multiplicidad en un todo. Si podemos dar un paso más y vincular la praxis (los actos de un grupo o individuo) con una intención individual o grupal, habremos descubierto la comprensibilidad de la praxis.

Pero si, a través de la alienación, el acto se ha divorciado de la intención, sigue siendo posible descubrir la inteligibilidad del acto aunque sea incomprensible. El efecto de este divorcio del acto y la intención está ampliamente ejemplificado en la vida política, cuyas figuras protagónicas llevan a cabo seudoactos, toman seudodecisiones y producen seudoacontecimientos según las intenciones de grupos de presión y consejeros especializados más o menos anónimos.



La sustitución defensiva de la racionalidad dialéctica por la racionalidad analítica se lleva a cabo siempre que un individuo o grupo trata de afirmarse de modo autónomo. La amenaza omnipresente es el desprendimiento independiente en cualquiera de sus formas.

En las familias de los esquizofrénicos, las intenciones vinculadas con los “actos psicóticos” del paciente son negadas, o incluso se afirman sus antítesis, de modo que las acciones del sujeto perturbado tienen el aspecto de un proceso puro sin ninguna relación con la praxis, e incluso el paciente puede experimentarlas como tales.

Cuando las cosas llegan a ese estado, el paciente identificado, para obtener alguna coherencia en su concepción del mundo, alguna “salud”, debe inventar imaginativamente una representación de esas misteriosas influencias que actúan sobre él. Este es el sentido real de los delirios acerca de padecer la influencia de seres del espacio exterior o de otro planeta, o incluso de instituciones próximas como la Iglesia Católica, el Partido Comunista o la masonería.

El paciente trata de hacer más inteligible lo que realmente ocurre entre él y los otros, pero el único modo en que puede hacerlo ha sido previamente calificado de delirante por el resto de la sociedad. Resulta irónico que por buscar la inteligibilidad con empeño corramos el riesgo de ser considerados locos o de algún otro modo descartados o invalidados.

Si enunciamos de este modo el problema de la esquizofrenia, en términos de la absorción por otro de la existencia de una persona, o de esa existencia exprimida de sí por la persona misma (con el reconocimiento amoroso de la ingestión rapaz de los otros), de modo que finalmente no le queda nada de ella misma, puesto que está desnuda para el otro, debemos extraer la conclusión de que, aunque ser internado en un hospital constituye un destino especial,

la esquizofrenia no es nada menos que la situación de todos nosotros.





Autonomía significa, en primer lugar, establecer la ley para uno mismo, el autogobierno, y esto implica un acto de ruptura por medio del cual la persona quiebra y se desprende de un sistema que la aprisiona y en el cual su rol, como el de cada uno de los otros miembros, consiste solamente en corporizar las proyecciones de otros y luego vivir vicariamente hasta el fin esas vagas esperanzas, ambiciones, internalizaciones gratificantes o punitivas de los progenitores, etcétera.

Lo que debe hacer para desprenderse es, del modo más simple y no obstante muy complejamente, aceptar esa masa insensata de relaciones familiares primitivas, llevar esa internalización perturbada hasta los límites de su intrusión y luego superarla, pasando a su propio campo de posibilidades.

Al hacerlo debe mantenerse autocentrado, debe conservar su yo existente orientado desde el centro subjetivo de su ser hacia afuera, hacia el mundo. Si pierde esa aprehensión en el centro de sí mismo, se pierde para los otros y esto significa perderse para sí mismo, o más bien perderse a sí mismo.

La alienación,
entonces, se refiere a
la acción y al acto de negar la acción en un grupo,
y a los resultados de esta acción.


Por extrañamiento entendemos la experiencia de este resultado de la acción alienada. El extrañamiento es el sentimiento de estar apresado en un proceso que es ajeno a las propias intenciones y actos y a las intenciones y actos de cada uno de los otros miembros del grupo. Es el subproducto de una ilusión universal.

Pero mi trabajo con familias me ha llevado a sospechar que tanto las familias neuróticas y psicóticas como las normales se caracterizan en nuestra comunidad por un alto grado de alienación con respecto a la realidad personal de cada uno de sus miembros.

Uno se siente incluso tentado a considerar la hipótesis osada de que en las familias psicóticas el paciente esquizofrénico identificado por su episodio psicótico está tratando de liberarse de un sistema alienado, y es por lo tanto en cierto sentido menos “enfermo” o, por lo menos, no tan alienado que los vástagos normales de las familias “normales”. Pero en cuanto ingresa en un hospital para enfermos mentales, su intento desesperado de liberarse parecería haber fracasado en la elección de la táctica y estrategia sociales necesarias.

Las atribuciones de locura realizadas por agentes de la sociedad extrafamiliar, en particular por clínicos generales y por los funcionarios pertinentes, o a veces por la policía, no son necesariamente más objetivas que las de la familia. Con demasiada frecuencia caen en algo que es sólo una colusión sutil, hábil aunque inconscientemente preparada, con las actitudes de la familia.

La colusión entre la familia y los agentes de la sociedad es la base de la violencia real en psiquiatría -opuesta a la violencia mítica-. Ella no ha sido siempre ni seguirá siendo eternamente una característica del sistema social.

Mientras tanto, si uno tiene que enloquecer, la táctica que debe aprender en nuestra sociedad es una táctica de discreción.






"Si le hablas a Dios, es oración. Pero si Dios te habla, es esquizofrenia"
Thomas S. Szasz





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4 comentarios:

  1. Me ha encantado el post. Hace un tiempo leí un libro de Cooper, pero la verdad es que me pareció demasiado marxista, constantemente se llevaba el asunto hacia la vanguardia revolucionaria. Sin embargo leyendo lo que dices, me parece más sutil y más contemporáneo.

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  2. Creo que se radicalizó porque no le hacían ni caso y se cabreó con la versión light de sus coetáneos. Supongo que con-vivía mucho con sus "enfermos" y clamaba urgencia o radicalización. Creo que esa radicalización fue la que le llevó a la tumba bastante joven (55 años). "Demasiada luz ciega la mente" dicen.

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  3. Me olvidaba decirte que el gif del principio me ha dejao pasmao. Es como otro tipo de poesía. Genial!!!!!!!!

    Y las fotos que ilustran la frase de Szasz... no sé cómo te las arreglas para encontrar una FORMA tan sencilla y expresiva para "i-lustrar" los conceptos. ¡Qué bonito!

    Y conste que me cabrea adular tanto a alguien .-) Mi estilo es el contrario. En seguida le encuentro defectos a las cosas XD

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  4. gracias!!! manda lo que quieras que últimamente no consigo escribir :-(

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