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martes, 6 de septiembre de 2011

Posthumanismo #12: Post sociología

"Materiales para una sociología del arte"
Julia Varela y Fernando Álvarez-Uria

"Lección sobre la lección"
Pierre Bourdieu


La sociología de la sociología de la sociología de la...


Cade vez en mayor medida, los sociólogos se van ganando un hueco entre los agentes productores de realidad: su presencia va en aumento en campos como el urbanismo y la arquitectura (ahora que los despachos arquitectónicos ya no son firmas sino colectivos, contar con un sociólogo en nómina vende), los aparatos ideológicos (algún sociólogo parece haber nacido para tertuliano), el mundo empresarial (a ellos se debe la terrorífica sofisticación y minuciosidad de los actuales estudios de mercado), los estudios culturales (la vieja teoría literaria languidece frente al auge de los analistas más sociologizados, y perdón por el palabro)... Entre las disciplinas "de letras", la sociología es quizás la más respetada, la que goza de mejor salud, y la que tiene el mayor nicho de mercado.
¿Está destinada la sociología a ser la nueva antropología? No sé cómo discriminan sus competencias los profesionales de uno y otro sector, pero seguramente lo más interesante es la intersección de ambos. Personalmente, sólo soy capaz de disfrutar a los autores verdaderamente sólidos, los que llevan su método hasta las últimas consecuencias y con cierto deje poético: Levi-Strauss o Pierre Bourdieu son intelectualmente tan estimulantes como cualquier gran filósofo, mientras que Castells o Cucó Giner cojean del fundamento metadisciplinar capaz de hacerles trascender la mera condición de sofistas. La dimensión especulativa de la sociología me resulta mucho más cercana que la estadística y empírica, supuestamente objetiva y científica. Pretender que exista una sociología fría, neutra, me parece una aberración. Su única dimensión científica es la de archivo de datos: todo tratado de sociología es en realidad una construcción narrativa ideológicamente connotativa. Aspirar a lo contrario es tarea inútil... de ahí el cinismo cuando a los arquitectos quieren darnos lecciones de urbanidad "grandes sociólogos" que, en realidad, no son más que ideólogos al servicio de un determinado orden ideológico que se cuidan muy mucho de hacer visible. Owned de los sociólogos: por más que quieran hablar con la autoridad de un científico, su trabajo es de otra naturaleza. La literatura sociológica funciona mediante la producción de relatos, es decir, estableciendo encabalgamientos causa-efecto capaces de sistematizar y justificar el mayor número de acontecimientos bajo una pauta determinada que legisla el devenir del sistema analizado. Hacer sociología, como cualquier otra tarea de pensamiento, es producir argumentos de combate, ideas para desequilibrar inercias y hábitos; en principio defensiva, a menudo su trabajo funciona de manera ofensiva.




Eso ya lo dijo Marx en su día, y es probable que los que más desacomplejadamente llevan a cabo hoy en día esa teoría revulsiva del discurso no sean precisamente los sociólogos, sino pirados como los conspiranoicos, auténticos maestros del relato contemporáneo. No habiendo estudiado Teoría del discurso, no puedo explicar mi reflexión en términos académicos, así que lo haré en lenguaje geek. Veamos: el sociólogo parte en sus estudios de una serie de datos empíricos convenientemente sistematizados mediante herramientas selectivas, distributivas y estadísticas, de tal modo que la selección misma de las cuestiones a incluír en cada estudio determinará la potencialidad de conclusiones susceptibles de ser obtenidas. Es decir: la primera discriminación en la que incurre se produce ya en la elección de las "preguntas" que tratará, pues estas establecen el límite de los potenciales resultados. En cualquier caso, una vez realizado el trabajo de campo (llamaremos a este momento fase analítica), su competencia será la de plantear una máquina abstracta que los organice, mediante la obtención de un orden de functores: hacer que los datos coparticipen de un orden lógico de causas y efectos, es decir un proceso literalmente de des-cifrar la información para transubstanciarla de su estadio numérico a un estado digamos literario. Usando una metáfora matemática, su desafío consiste en encontrar un método de integración numérica capaz de hallar una curva partiendo de una serie de puntos diferenciales y multicategoriales.
Desde este punto de vista ¿puede un sociólogo establecer algún tipo de verdad causal? Ello depende de nuestra idea del principio de causalidad: quizás el practicante de lógica analítica sí crea en la posibilidad de encontrar causalidades verdaderas, pero "los continentales" lo creemos imposible. El trabajo de los sociólogos es el más fácil de deconstruir (conforme al método de Derrida o Levinas) y el dispositivo más fácil de desactivar (si optamos por métodos foucaultianos / deleuzianos). Producen textos, es decir relatos, es decir co-rrelatos, co-rrelaciones, co-mandos, con-signas y procesos de con-secuencia. ¿Con-spiraciones? :-) luego volveré sobre esto.
Está editada en Anagrama una bonita charla que Pierre Bourdieu leyó con motivo de su ingreso en el College de France en el 1982, una "Lección sobre la lección" en la que el IMHO sociólogo por excelencia expone los principios metodológicos de su área de trabajo desde argumentos fundamentalmente morales. Bourdieu era muy inteligente, con una erudición pasmosa, y toda la conferencia es una puntillosa y cauta enumeración de los errores que a menudo cometen sus colegas en sus trabajos, devaluando hasta la condición de trampa dialéctica un saber que siempre ha querido sentirse ciencia. Muy acertadamente, para él la sociología no es una ciencia descriptiva, sino una "interrogación sobre la violencia simbólica con que se trata de imponer la verdad parcial de un grupo como la verdad de las relaciones objetivas entre grupos". Humildemente pide Bourdieu una "sociología de la sociología", puesto que "(...) tal y como yo la concibo, todas las proposiciones que esta ciencia enuncia pueden y deben aplicarse al sujeto que hace la ciencia": como "policía del capital simbólico", su labor no puede no ser política. Su más alta competencia sería para él "introducir las categorías de pensamiento impensadas que delimitan lo pensable y predeterminan lo pensado", no buscar la verdad de entre las verdades en litigio propias de una lucha ideológica, sino la lógica de la lucha en sí.



¿Puede además de su dimensión política, aspirar a la científica? "Cualesquiera que sean sus pretensiones científicas, la objetivación está abocada a seguir siendo parcial, por tanto falsa, mientras ignore o se niegue a ver el punto de vista a partir del cual se enuncia, es decir el juego en su conjunto". Si la dinámica de la sociología científica de Bourdieu exige establecer un punto de vista que recoja al anterior, como en una serie de matrioskas, llegamos al viejo límite lógico según el cual ha de haber una supermatrioska final a.k.a. Dios que finalice la serie, determinando la función final. Fail por tanto para el modelo de Bourdieu, que quizás sienta el habitual complejo de inferioridad de todos los saberes no objetivistas, y negándose a aceptar que lo que hacen los suyos es simple y llana literatura especulativa. ¡¡Lo cual no está nada mal!!
Insisto en que la construcción de los discursos sociológicos, especialmente los que utilizan el método genealógico, siguen el mismo proceso de construcción de discurso que cualquier teoría conspirativa de nuevo cuño, por mucho que estas últimas sean saludadas por la academia como delirantes: el truco consiste en establecer discursos causales que pongan los datos empíricos en un paisaje de sentido, para lo cual siempre se recurre a la causalidad. Pongo como ejemplo este "Materiales para una sociología del arte" que empecé a leer con entusiasmo (dado lo prometedor del título) pero que ya en su primer ensayo demuestra todas las flaquezas y petulancias de ciertos estudios culturales que, insisto, yerran en su angustiosa voluntad de una cientificidad de la que ni participan, ni falta que les hace. El libro se abre con un texto completamente especulativo en el que los autores, partiendo de Foucault, buscan algo así como la deconstrucción simbólica de la identidad femenina siguiendo de manera diacrónica la evolución de las anunciaciones marianas desde Bizancio hasta la modernidad. Pese a insistir de manera cansina sobre sus presupuestos metodológicos (los libros de sociología a menudo dedican más esfuerzos a definir un método, que a utilizarlo) la verdad es que las conclusiones a las que llegan me parecen completamente caprichosas, que no es lo mismo que gratuítas. La paradoja es que este tipo de estudiosos, a los que se les llena la boca de Kuhn y Quine a la hora de poner en duda la legitimidad científica de muchas tecnocracias que consideran instrumentales al poder, evitan aplicarse a sí mismos ese mismo escepcticismo metodológico, cayendo en errores de discurso garrafales. En el caso de este libro, lo que buscaban desde el comienzo era una visión feminista de ciertos fenómenos artísticos, y por supuesto la encuentran, pero exactamente del mismo modo que hubiesen encontrado exactamente lo contrario si eso fuese lo que desde el inicio persiguiesen. Así funciona la sociología: sus praticantes siempre encuentran lo que buscan, porque en realidad el objeto de su búsqueda no es otra cosa que un discurso, un relato preconcebido. Si alguien busca la lucha de clases en la teología franciscana, la encontrará; si lo que se pretende es desmontar la idea de heterosexualidad utilizando los tratados de botánica de Darwin, seguro que es posible argumentarlo; si el objetivo es relacionar el precio de la vivienda con el auge del FC Barcelona, sin duda es posible hallar algún tipo de correlación. ¡Nada más fácil que producir discursos, y legitimarlos metodológicamente! La petición de Bourdieu de una sociología científica, es a la postre una voluntad quimérica: mucho más sensata resulta su apología del uso combativo (un arte marcial) del discurso, como herramienta de aquellos que quedan fuera de foco en las versiones oficiales. En cualquier caso, los sociólogos estatalistas a lo Izquiaga cada vez me resultan más intelectualmente innecesarios, y peligrosos precisamente porque legitiman sus tesis mediante la pretendida y falaz cientificidad. La trampa de naturalizar verdades parciales, más antigua que el mundo.



En estas ando,cuando me encuentro par mi sorpresa con una entrevista con Manuel Delanda en la que este curiosísimo filósofo mexicano (un tío a seguir: friki, autodidacta, antiguo artista, amateur en todo y nerd en lo absoluto) se lanza temerariamente a definir una nueva sociología capaz de dar carpetazo a estas contingencias. A base de insistencia y animosidad, Delanda ha terminado por convertirse en uno de los más conocidos divulgadores de Deleuze, gracias a su papel de starlette del circuito universitario de conferenciantes (viene a ser algo así como un Zizek de baja fidelidad) y muy especialmente gracias a las numerosas charlas suyas que hay colgadas en internet, que destacan por su frescura y accesibilidad de entre todas las tediosas y sesudas tesis filosóficas que habitualmente encontramos online: es un orador ameno, divertido, sencillo y bastante potente. Ahora bien, en mi opinión su materialismo es seguramente un tanto ingenuo, en su vana pretensión de radicalizar los inmanentismos absolutos deleuzianos cuando fue el propio Deleuze el que terminó por poner entre paréntesis su supuesto materialismo radical a través de sus últimos estudios estéticos, en los que reformuló toda la gnoseología de "Diferencia y repetición" a través de su pasmosa ontología de las imágenes. En ese sentido, algunas cosas que va diciendo Delanda en las entrevistas resultan muy frívolas y superadas, pero igualmente estimables por su voluntd agitadora y diletante. De todo lo que le he leído, hay ideas muy brillantes, si bien patina un poco cuando se adentra en las pantanosas aguas de la ontología. Es un tipo a seguir con interés, que seguramente nos deparará más de una sorpresa agradable en el futuro.
En cualquier caso, en esta entrevista expone con meridiana claridad sus investigaciones en torno a la ontología de lo social, explicando su método de trabajo y las razones por las cuales, según él, el materialismo es inmune al error objetivista del que hablaba al principio del post, pues según Delanda esas problemáticas de la causalidad y l reflexividad de los discursos es un pecado en el que sólo incurren los idealistas. Las explicaciones que da para primar el neo-materialismo sobre el posestructuralismo o la sociología clásica son tan inexactas como las de Bourdieu (ambos buscan infrutuosamente una cientificidad objetiva para los estudios de lo social) pero conviene echarles un vistazo porque su perspectiva, cimentada en una interesantísima concepción no lineal ni antropocéntrica de la historia, seguramente produzca argumentos para la batalla dialéctica que, como digo, creo que es el fín último (y primero) de la sociología. Seguramente más cercano a Marx que Deleuze, el pensamiento de Delanda, en su alegre y desacomplejada multidisciplinariedad, puede servir de revulsivo para reverdecer una disciplina, la del sociólogo, casi siempre demasiado apoltronada en su papel de asistente a los poderes mayores. No obstante, creo que no consigue superar la dimensión esencialmente conspiranocia de todo pensamiento discursivo, siempre especulativo, y no logra ser la supermatrioska final que desactive el círculo vicioso de la sociología de la sociología de la sociología de la...



Edito_ he tenido que subir este post desde una biblioteca, sin editar como me gustaría, espero darle un toque los próximos días. ¡¡¡Internet gratis para todos, de una puñentera vez!!!

8 comentarios:

  1. http://www.usc.es/gl/perfis/estudantes/index.html

    abajo a la izquierda están los enlaces

    -x-

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  2. Muy sugerente tu vídeo de Mika Vainio. Si los hipnotizadores-sociólogos pueden producir sentido es precisamente porque todavía son humanos, y les queda aún cierto pensamiento fragmentado (no lineal) con el que podemos empatizar. Pero la necesidad de sentido que reclama constantemente la técnica para someter a lo biológico creo que es muy ingenua, y tiene un exceso de confianza en que lo biológico también necesita un sentido. La técnica -con su obsesiva necesidad de sentido- olvida que a poco que se "caliente", lo fluído se convierte en gaseoso.

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  3. http://www.ufunk.net/artistes/les-peintures-en-reliefs-du-street-artist-fran%C3%A7ais-shaka/

    me recuerda al busto aquel q te habías cargado

    -x-

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  4. Yo a ésto le llamaría la perfecta cofusión de la homofilía periférica.

    La sociología, la antropología, son necesarias como instrumentos para mirar a través de el trampantojo maricibernético de la inconsciencia postmoderna..

    Por mi parte no soporto a Delezue por que entre otras cosas me parece un absoluto misógino.

    inmim

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  5. http://estafeta-gabrielpulecio.blogspot.com/2010/11/gilles-deleuze-carta-un-critico-severo.html

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  6. A ver si dejamos de pensar en el "Fist fucking" , "puñentero", de una "puñentera" vez...

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  7. "La sociología, la antropología, son necesarias como instrumentos para mirar a través de el trampantojo maricibernético de la inconsciencia postmoderna.. "

    Dos cosiñas:
    1. "son necesarias" me parece una esencialidad mal planteada, te dejas fuera al sujeto que padece esa necesidad. ¿para quién son necesarias? Creo que los temas que tratan han de ser tratados, pero desde luego no tal y como se hace en el 90% de los casos.

    2. ¿Deleuze misántropo? puede que sí, en la medida en que no le interesaba nada "lo femenino" ni tampoco "lo masculino", dos conceptos aburridísimos que a muchos no nos dicen gran cosa. Si eso es misoginia, anótenme a mí también como misógino.

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